La nueva temporada del programa “La historia de Dios” ha sido lanzada por el canal National Geographic, en Estados Unidos. Morgan Freeman está de vuelta, llevando a los espectadores en un viaje alrededor del mundo, explorando diferentes religiones y sus seguidores.

Es una serie de televisión como ninguna otra, aborda algunas de las preguntas más grandes de la humanidad. ¿hay vida después de la muerte? ¿cómo llegas al cielo? ¿Y a dónde vas cuando mueres? La serie nominada al Emmy “La historia de Dios”, presentada por Morgan Freeman, está de vuelta con una segunda temporada.

Tras los records de audiencia de la primera temporada en la cadena de National Geographic, Freeman ahora está profundizando en temas que enganchan a un público de 171 países.  

“Nos confirma que la gente está interesada en cosas edificantes y en la conexión entre unos y otros”, indica Lory McCreary, productora ejecutiva.
 

La segunda temporada explora diferentes temas principales de varios sistemas de creencias que existen hoy en día. El primer episodio se llama “The Chosen One” o “El Elegido”.

“Estuvimos hablando con gente que ha tenido experiencias muy interesantes en este reino”, comenta Freeman.

Freeman se encontró con diferentes personas, que creen que son llamadas o “elegidas” para vivir una vida dedicada a compartir su fe. Incluyendo al misionero estadounidense Kenneth Bae, quien fue detenido por dos años en una prisión norcoreana por ser cristiano.

“Yo conocía el riesgo, yo sabía que no toleran nada más que su propio sistema religioso”, indica Bae.

En prisión, durante dos años, Bae comparte su encuentro con Dios en su momento más oscuro.

“Algo pasó que no puedo explicar, de repente sentí caliente mi mano izquierda y abrí lentamente la palma de mi mano y había algo así como polvo de oro. Y entonces fue cuando sentí que Dios me habló y me dijo: ‘Kenneth, el Espíritu Santo está sosteniendo tu mano y él está ahí a tu lado, y no tengas miedo porque yo estoy contigo… y yo sentí mucha paz”, relató Bae.  

Freeman relata cómo fue su experiencia con Bae.

“La enormidad con que habló de esta experiencia no fue como lamentándose, fue como una narrativa directa, él se sintió llamado a hacerlo”, dice.

Los directores tienen que informar un diálogo abierto entre culturas, con la división sobre religión que vemos hoy.