Un gimnasio transforma la vida física y espiritual de jóvenes consumados en la violencia
En Boston, Estados Unidos, la segregación y el aislamiento muchas veces presionan a los adolescentes a la violencia. Pero un hombre con el deseo de apoyarlos y darles un futuro diferente está utilizando un gimnasio para transformar la vida física y espiritual de aquellos que una vez estuvieron en prisión.
Los entrenadores personales de pesas en el centro urbano son considerados de los mejores de Boston. Adiestrados por instructores de primera, son cotizados por hombres y mujeres de negocios.
Para estos chicos, la carrera no es lo que anticiparon, pero descubrimos que es un trabajo que salva sus vidas.
Casi todos los entrenadores en InnerCity Weightlifting han pasado mucho tiempo tras las rejas. Ahora, tienen cómo salir del ciclo que les devolvía a la cárcel.
“He estado en la cárcel unas veces. He sido arrestado por muchas cosas. La última vez fue en 2013 y fue por un arma de fuego”, dice el entrenador Carlos Lemon.
A los 31 años, Lemon ha sido baleado – ha visto amigos morir – y ha sido arrestado por cosas que ha hecho y otras que no. Lemon dice que la violencia de su vida anterior no fue una decisión, fue sobrevivencia.
“Colocar el arma en la cadera es parte del traje, ¿sabes a qué me refiero? No es que las personas se despiertan pensando: voy a dispararle a alguien hoy. Es matar o ser asesinado allá afuera”, indica Lemon.
Para salir de las calles – muchos programas ofrecen ayuda… pero no es una verdadera alternativa.
“Lo que conocemos es la calle, es nuestro trabajo, nuestro hogar, todo el dinero. Es como llegamos a conseguirlo, cómo lo conseguimos, porque todo lo demás simplemente no va a funcionar", precisa Lemon.
“Deben preocuparse del alquiler, preocuparse de la alimentación, preocuparse de la ropa. No hay forma… y deben preocuparse de eso a una temprana edad, conforme comprenden esos conceptos”, precisa Jon Feinman, fundador de InnerCity Weightlifting.
Feinman superficialmente comparte poco con personas como Lemon, pero sí tiene una pasión por interrumpir el sistema que casi lo destruyó.
En 2010, Feinman empezó InnerCity Weightlifting, conocido como ICW. Un primer reto fue cómo reconciliar su sueño de transformar vidas con la realidad de vivir en las calles.
“Al ser un chico blanco de Amherst, Massachusetts, pensé que de alguna forma al entrenar con pesas podríamos alistar personas para las Olimpiadas, ayudar jóvenes a obtener becas deportivas. Luego, pudimos ver que muchos estudiantes con los que trabajábamos habían sido baleados, habían pasado mucho tiempo en la cárcel y vienen de familias con un ingreso económico de menos de 10 mil dólares anuales. La idea de llegar a las tres para hacer ejercicios, relajarnos y estudiar juntos, cuando la mayoría de los muchachos son expulsados de la escuela, o se retiran por razones de seguridad, era ridículo. Más bien, habría excluido la población juvenil con la que deseábamos trabajar”, indica Feinman.
Aun así, ICW fue hacia adelante, sabiendo que tenían mucho que aprender.
“La única forma de hacer que este modelo funcione es escuchando, no tratando de resolver cada problema y pensar que tenemos la solución. Más bien, respetar los retos que los estudiantes tienen y más importante aún, estar a su lado”, indica Feinman.
Al escuchar, descubrieron formas de mejorar su programa. Primero, aprendieron que las personas desean un verdadero sentido de comunidad. Segundo, muchos en las calles no tienen esperanza.
“Para muchos de nuestros estudiantes, su perspectiva a seis meses de vida era de muerte o cárcel, entonces no podemos hablar de educarse o una carrera si no van a estar el tiempo suficiente para salir beneficiados”, dice Feinman.
Así es como el levantamiento de pesas marca la diferencia. No solo ofrece comunidad, sino una carrera como entrenador personal.
“Aunque sí crea un ingreso para los alumnos, lo más importante es que empezó a formar una capital social. No solo creaba un empleo, sino que, formaba una gran red para que los estudiantes pudieran formar parte, apoyarse, ayudarse en los retos que enfrentan diariamente y mejor aún, darles una oportunidad para ver a nuestros chicos por quienes son, como personas y no estadísticas escritas en un pedazo de papel”, precisa Feinman.
"Si me ves corriendo de Kendall Square hacia aquí, y eres mi cliente o eres el cliente de alguien en mi gimnasio, sabes que estoy corriendo al gimnasio. No quiero que veas a un chico que luce como yo, corriendo, y que automáticamente pienses que viene a robarte o huye de la policía”, comenta Lemon.
Alrededor de 500 clientes de ICW trabajan con estos ex reclusos. En primera instancia, Sarah Downey vino para ejercitarse y nos dijo que su percepción del mundo cambió conforme conoció a su entrenador.
“Realmente es ganar, ganar; porque vengo aquí, recibo una gran rutina y mi entrenador es asombroso, pero ellos obtienen una nueva carrera y este punto de entrada al mundo es mucho más seguro y amable de lo que ellos estaban acostumbrados. Entonces, realmente es un ejercicio transformador”, indica Sarah Downey, quien entrena en ICW.
Eso la motivó a usar sus contactos para darle otros clientes a su entrenador y darle trabajos varios por dinero extra.
“Contraté a Eric para venir a hacer entrenamientos grupales en nuestras empresas y luego, ellos lo siguen usando en la corporación”, precisa Downey.
Conforme las comunidades se hacen más inclusivas, las oportunidades no acabarán.