¿Puede el apego obsesivo por una mascota perjudicar a la Iglesia?

¿Puede el apego obsesivo por una mascota perjudicar a la Iglesia?

01-04-2019
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Cada vez son más fuertes los movimientos sociales y las leyes que se avocan a proteger a los animales. Sin embargo, el apego obsesivo de sus dueños por sus mascotas preocupa a un sector. En la opinión de algunos expertos en México, tales tendencias afectan a la Iglesia. 

Henry, Paola y sus dos hijas son una familia cristiana dedicada al bienestar de las mascotas.  Henry entrena perros y rehabilita a sus dueños, mientras Paola atiende necesidades veterinarias. Pero en los últimos años el apego obsesivo de dueños por sus mascotas, les preocupa.

“Las mascotas han pasado a ser un refugio muy importante en la cultura actual, cristianos o no cristianos. Esta es una tendencia contraria a lo que la Biblia nos dice. Porque es muy fácil amar a un perrito a un gatito que no nos confronta… pero amar a un ser humano que te pueda lastimar… que se te enfrenta, que te persigue eso es lo difícil y ese es el amor que Jesucristo nos pide que tengamos”, dice Paola Rodas, médica veterinaria Zootecnista.

El crecimiento de esta cultura social ya tiene nombre y gana adeptos gracias a la internet.

“La tendencia muy marcada principalmente por las redes sociales, es la cultura animalista; poniendo a los animales por encima del amor al prójimo. Y yo considero que estas tendencias que son del mundo, se están filtrando con mucho éxito en la Iglesia cristiana, en las familias cristianas. Yo he podido encontrar personas cuyo refugio ya es su mascota, ya no es el Espíritu Santo”, dice Rodas.

El animalismo es una ideología que busca la igualdad entre el ser humano y los animales. Pero, para Mercedes Burguete, psicóloga cristiana especializada en adicciones, el problema no es ideológico sino espiritual.

“Muchos piensan que Jesucristo solo vino a darnos salvación y vida eterna; pero la verdad es que vino a dar libertad a los cautivos y a poner en libertad a los oprimidos (Lucas 4:18). Entonces, el apego desmedido de algunos cristianos por sus mascotas, no es otra cosa que el reflejo de un refugio falso, debido a heridas del alma que no han sido sanadas por el Espíritu de Dios”, indica Burguete.

“Me ha tocado conocer cristianos que literalmente me dicen ‘es que si se muere mi mascota, yo no sé qué voy a hacer. Si me falta este perrito, mi vida se va a acabar’. Jesucristo no murió para eso, porque precisamente el que nos va a dar vida y de donde debemos sacar nuestras fuerzas, pues es de nuestro Salvador, no de nuestras mascotas”, precisa Rodas.

Este afecto desmedido hacia los animales no es algo nuevo, desde el antiguo Egipto existen registros de la veneración y adoración hacia los animales.

“Egipto era un país netamente agrícola y los gatos cuidaban sus graneros, de las invasiones de roedores; claro que eran muy útiles, pero pasaron del agradecimiento a la idolatría.  Entonces yo creo que es una línea muy fina que como cristianos tenemos que cuidar, porque cualquier corriente que busque que todo nuestro tiempo, todo nuestro recurso incluso que tengamos y toda nuestra meditación se vaya para algo que no sea el evangelio y la proclamación del evangelio, es una tendencia del mundo, que nos está buscando confundir”, expresa Rodas.

Para estos expertos, la influencia de tal ideología dentro de la Iglesia ha desenfocado a algunos, de la Gran Comisión.

“Actualmente tenemos un problema de misantropía, relacionado a que el humano está prefiriendo a su mascota, antes que al humano. Estamos más preocupados por nuestras mascotas, por tenerlas bien, que por acercarnos a nuestro hijo, a nuestra familia y después a nuestro vecino.  Y no estamos evangelizando. No estamos llegando a esa gente. No estamos haciendo la diferencia. No estamos siendo buenos seguidores de Cristo”, comenta Henry Culebro, entrenador canino.

“Estoy de acuerdo en que este comportamiento delata un leve grado de misantropía; porque los que han sido lastimados por otras personas, desarrollan un rechazo inconsciente a aquello. Entonces, para volcar ese amor que teme darle a otro ser humano, el refugio de moda son las mascotas”, explica Burguete.

Desde el 2010, analistas se percataron de nuevos núcleos familiares:  parejas jóvenes que han decidido no tener hijos o posponerlos.  Sus animales de compañía de algún modo ocupan el lugar de esos hijos. En una entrevista para el medio contenido Cesar Millán, celebridad, autor y experto en conducta canina, explicó el porqué.
“20 años atrás la gente no veía a un perro como a un hijo, pero el humano se enfocó en otras cosas; ya no quiere tener una familia, sino quiere tener una profesión. Pero hay un vacío y ese vacío el perro viene y lo llena. Pero le satisface al humano, pero no al perro”, dijo Millán a la Revista Contenido.

Tales vacíos en algunos cristianos, es lo que verdaderamente preocupa a estos expertos.

“Considero que es muy triste que se hagan muchos eventos de ayuda a los perritos de la calle, apadrina a un perrito de la calle… y no volteamos a ver a los niños de la calle. Y yo entiendo esto de las personas que no conocen a Jesucristo pero si nosotros conocemos a Jesucristo; si está en nuestro corazón y sabemos que tenemos que amar a nuestro prójimo, pues no olvidemos que nuestro prójimo es el ser humano”, comenta Rodas.

“Aunque es una realidad espiritual delicada, considero que esto no es una patología, sino un problema emocional y como toda dependencia, puede ser tratado. El primer paso siempre es la aceptación; aceptar que tengo un problema y que mi amor por mi mascota no es normal.  Pero hay que llegar a la raíz de lo que originó esta puerta falsa, para poder erradicarlo definitivamente”, precisa Burguete.

“Con esto no queremos decir que nuestras mascotas no deben estar en casa; que es un pecado mortal tener mascotas, al contrario; nosotros vivimos de estar con ellas.  Pero, no perder de foco que primero está la honra y gloria del Señor, y que mientras estemos agarrados de Él, todo lo demás viene por añadidura.  Pero si nuestro refugio se va hacia nuestras mascotas entonces el evangelio está retrocediendo, y eso es lo que está mal”, expresa Culebro.

“Hemos olvidado el primer amor; hemos olvidado la grandeza de la obra en la cruz y nos estamos entreteniendo en cosas que son superficiales, que no van a prosperar, menos que sean eternas”, indica Rodas.