José Raúl Mulino aseguraba que estaba prácticamente retirado de la política hace poco más de seis meses. Ahora es el presidente de Panamá por los próximos cinco años.
“Veía el escenario sin mí”, dijo a la prensa local en abril pasado en medio de la campaña electoral.
Mulino, un exministro de Seguridad del pasado gobierno de Martinelli (2009-2014) y quien sustituyó al exmandatario en la boleta a último momento luego de que éste fue inhabilitado tras confirmarse una condena en su contra por blanqueo de capitales, se impuso con el 34,32% de los votos tras escrutarse el 98,70% de las mesas de votación, una ventaja de 10 puntos porcentuales sobre el segundo Ricardo Lombana, del Movimiento Otro Camino, que se convirtió en la segunda fuerza política en la nación centroamericana.
Hasta hace algunos meses atrás ni siquiera pasaba por su cabeza que llegaría a ser presidente. Ahora debe prepararse para liderar a un país fragmentado políticamente que enfrenta grandes desafíos económicos, la crisis del agua en el Canal de Panamá y la creciente migración irregular por el Darién.
La iglesia cristiana en general no ha tomado ninguna posición en particular en relación con el candidato, pero Alianza Evangélica de Panamá hizo un llamado a “los ciudadanos fieles a los principios bíblicos” a elegir a quienes tuvieran temor de Dios, trayectoria y transparencia, posición pro vida y pro familia, defensa de los derechos de la familia, soluciones concretas, lucha contra la corrupción, y deseo de construir un mejor Panamá.
El mandatario electo, de 64 años, llamó en su discurso de triunfo a la unidad nacional y prometió que en su gobierno, que debe iniciar el 1 de julio, no habría espacio para el revanchismo ni la persecución. Esto fue una referencia a las denuncias que por años ha recibido Martinelli en su contra en medio de procesos judiciales por corrupción.